sábado, 8 de mayo de 2010

Para que yo me llame Daniel

Hicieron falta entrañas
que latieran con fuerza
para que este cuerpo
fuera alma y no viento.

Olorosos otoños hundidos
en lo más profundo del pecho,
tardes de Abril acariciando
oscuros recodos del sueño,
palabras que ardieron
en el cielo de la boca,
y también cenizas
y lluvia y silencio.


Para que yo fuera yo
hizo falta poner nombre
al desconsuelo que moría
sobre las aceras
al dolor sin destino
y también a la risa
y a esa extraña sensación
de no vivir en vano
y no morir jamás.

Hicieron falta besos,
sonrisas en las madrugadas;
hizo falta el mar
la luz derramada
sobre la piel que no duerme.

Así he vivido aprendiendo
las palabras que no podrán salvarme
pero invocarán algún día
todo lo que he sido
en la negra hondura
del lugar de donde vengo

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