La sombra se tiende sobre el asfalto
en la noche en que no existen bendiciones
que salven mi alma de ceniza.
Y no mueren las palomas
que se dejan arañar por la aurora.
Tan infecto es este sabor amargo
sobre la piel de la mañana.
Pero no existe nada más
que el vacío en que guardo
la piedra oscura de mi corazón;
sus nudosas raíces hundiéndose
en la tierra húmeda de mi pecho,
enrocándose en las costillas,
evitando la sombra
que se tiende sobre el asfalto...
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